Esta novela de García Márquez fue publicada en
abril de 1981, cuando ya era un
escritor consagrado. En ella rinde homenaje al periodismo, profesión que
ejerció en su juventud y de la que siempre sintió nostalgia. El relato adopta
forma de crónica y representa un acercamiento entre lo periodístico y lo
narrativo. Une la transparencia estilística de los primeros relatos con la
facilidad de manipular estructuras narrativas adquiridas a lo largo de treinta
y cuatro años de oficio de escritor. Es como una tragedia griega del trópico,
novela policial al revés, “falso reportaje y falsa novela al mismo
tiempo. Falsa historia de un crimen verdadero”.
Una de las constantes narrativas de García Márquez
consiste en hacerse con una amplia perspectiva temporal sobre lo que va a
contar: entre el perfilado de una historia en su memoria y su recreación
literaria suelen mediar años. Es lo que sucede con esta novela. En l951, cuando
acontecen los hechos reales en que se inspira esta historia, García Márquez
todavía trabajaba en la prensa de Barranquilla y había publicado algunos cuentos.
En Sucre vivían sus
padres su futura esposa, Mercedes Barcha. Por aquella época ya pensó en
escribir esta historia y fue su amigo Álvaro Cepeda quien le dio ideas para el
desenlace: Bayardo y Ángela vivían finalmente juntos y felices en un pueblo de
la península de La Guajira, en Manaure. La novela dejó así de ser la historia
de un crimen, para convertirse en la de un amor terrible y secreto.
Por consejo de Ramón
Vinyes decidió contarla muchas veces de viva voz antes de escribirla. De hecho
pasaron casi treinta años entre los acontecimientos y la escritura de la
novela. Se decidió a redactarla cuando en l979, en el aeropuerto de Argel, vio
a un príncipe árabe vestido de túnica blanca y con un halcón en su puño.
Inmediatamente recordó a su amigo muerto, el Santiago Nasar de la novela (que
tenía halcones amaestrados). Viajó entonces a Sucre, porque
"no podía seguir viviendo un solo
instante sin escribir la historia". Alrededor de abril de l980 estaba
escrita y un año después se publicaba.
El autor proporcionó otros muchos testimonios sobre la elaboración de la novela y sobre cómo se fue gestando a lo largo del tiempo. Dice en El olor de la guayaba:"La verdad de fondo es que el tema no me arrastró de veras sino cuando descubrí, después de pensarlo muchos años, lo que me pareció un elemento esencial: que los dos homicidas no querían cometer el crimen y habían hecho todo lo posible para que alguien se lo impidiera, y no lo consiguieron".
La primera edición de la obra tuvo una tirada de un millón de ejemplares y salió al mismo tiempo en Colombia, Argentina, México y España. Dos periodistas, Julio Roca y Camilo Calderón, habían sido encargados de reconstruir, in situ, mediante interrogatorios y a la manera de una crónica, los sucesos acaecidos en 1951. El resultado de su trabajo y con el título de "García Márquez lo vio morir", fue publicado en el semanario Al día, de Bogotá el 28 de abril de 1981, en la misma fecha que Crónica de una muerte anunciada. La confrontación entre ambas permite ver la diferencia entre periodismo y literatura.
El autor proporcionó otros muchos testimonios sobre la elaboración de la novela y sobre cómo se fue gestando a lo largo del tiempo. Dice en El olor de la guayaba:"La verdad de fondo es que el tema no me arrastró de veras sino cuando descubrí, después de pensarlo muchos años, lo que me pareció un elemento esencial: que los dos homicidas no querían cometer el crimen y habían hecho todo lo posible para que alguien se lo impidiera, y no lo consiguieron".
La primera edición de la obra tuvo una tirada de un millón de ejemplares y salió al mismo tiempo en Colombia, Argentina, México y España. Dos periodistas, Julio Roca y Camilo Calderón, habían sido encargados de reconstruir, in situ, mediante interrogatorios y a la manera de una crónica, los sucesos acaecidos en 1951. El resultado de su trabajo y con el título de "García Márquez lo vio morir", fue publicado en el semanario Al día, de Bogotá el 28 de abril de 1981, en la misma fecha que Crónica de una muerte anunciada. La confrontación entre ambas permite ver la diferencia entre periodismo y literatura.
Crónica de una muerte anunciada tiene elementos de crónica
periodística —técnica realista, datos temporales precisos, entrevistas a
los testigos, investigaciones en los archivos judiciales—; aunque también tiene
algo de novela policíaca — un muerto, un crimen, unos asesinos, una
investigación—. Hay elementos trágicos —el papel de la
fatalidad, la violencia, el coro- , pero es una novela inspirada en hechos
reales. Parte de ellos le conciernen muy directamente a él, a su entorno
familiar, a un espacio biográfico de adolescencia en el que fue muy feliz y a
algunos amigos personales.
Resulta imprescindible leer Vivir para
contarla, en la que el autor repasa los acontecimientos significativos de
su vida, para entender cómo realidad e imaginación se funden en su obra. Él
mismo asegura que todas sus novelas están basadas en la realidad, trascendida
con los hechos maravillosos con que la fantasía la transfigura, dotando a
cualquier anécdota de una dimensión mítica.
En Crónica, García Márquez se basa
en un hecho real: el asesinato de un conocido suyo (que no era árabe y se
llamaba “Cayetano Gentile, nuestro amigo
de Sucre, médico inminente, animador de bailes y enamorado de oficio”) en
Sucre, (no en su pueblo natal, Aracataca, donde se desarrolla la acción de la
novela), a manos de dos hermanos —que no eran criadores de cerdos. La madre de
Cayetano, Julieta Chimento —no Plácida Linero, como en la novela— era madrina
de bautizo de un hermano de García Márquez. El personaje de Ángela Vicario está
basado en una maestra de Chaparral. Pero, tal como dice el autor en Vivir
para contarla, el final es casi exacto: “Dos hermanos de la maestra habían perseguido a Cayetano cuando trató de
refugiarse en su casa, pero doña Julieta se había precipitado a cerrar la
puerta de la calle, porque creyó que el hijo ya estaba en su dormitorio, así
que el que no pudo entrar fue él, y lo asesinaron a cuchillo contra la puerta
cerrada”.
Por las fechas del suceso, García Márquez
no se encontraba ni en Sucre, donde ocurrió el crimen real, ni en Aracataca,
donde el ficticio, sino en Barranquilla.
Aparecen en la novela familiares del autor,
como Mercedes Barcha, su madre Luisa Santiaga, sus hermanos Luis Enrique y
Margot. También hay amigos, como Cristo Bedoya que responde está inspirado en
su amigo Cristóbal, estudiante de Medicina por aquel entonces e íntimo amigo de
la víctima y el único de todo el pueblo
que trató de impedir el asesinato. Afirma el autor que fue su madre la que le
pidió que no escribiera nada acerca de estos hechos hasta que hubieran muerto
los implicados, que eran parientes de la familia.